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Circo Social Quetrelmahue: una herramienta de intervención social

Andrés Díaz y Roberto Orellana, líderes de la organización que lleva 9 años funcionando en Rengo, analizan al circo social no sólo como instrumento de apoyo al arte y la cultura, sino también como un actor relevante, con una mirada política, de descentralización y de equidad para el territorio.

Fotografía: Natalia Morales

La idea de crear un circo social en Rengo similar al “Circo del Mundo”, rondaba por la cabeza de Andrés Díaz desde el año 2013. Actor, payaso, cuentacuentista y facilitador de circo social en Santiago, el 2014 postuló al FNDR para crear una escuela en Rengo, proyecto que dio vida al Circo Social Quetrelmahue, organización de la cual actualmente es director creativo y pedagógico.  

El inicio no fue fácil. Además del proyecto de la escuela, trabajaba en el Programa “Quiero Mi Barrio” del Ministerio de Vivienda y Urbanismo. En ese tiempo, le prestaron la medialuna de Rengo, donde se sentaron los cimientos del proyecto. “Nos pasaron un pedacito de un galpón que estaba a maltraer y que se llovía, y además teníamos que convivir con el rodeo. Así nació esta escuela”, recuerda Andrés Díaz.

Cuando partieron, contaban con cerca de 25 estudiantes, niños, niñas, jóvenes, y comenzaron a trabajar disciplinas como: tela, trapecio, lira, acrobacia, malabares y zancos. Como todo primer proyecto, al inicio hacía de todo un poco y no pensaba aún en formar una organización de intervención social y cultural.

Díaz empezó a hacer clases y le gustó mucho la metodología, por lo que comenzó a postular nuevos proyectos. Luego se cambiaron al Liceo Bicentenario donde estuvieron un año, ampliando las disciplinas que enseñaban originalmente, incorporando un especialista en aéreo, otro en acrobacia y otro en malabares y clown. También se abren al teatro, agregando una gama de talleres que concluían con el montaje de una obra de Circo Teatro para los beneficiarios del Liceo y de la comuna. En ese momento llegaron a tener alrededor de 45 estudiantes.

Roberto Orellana se incorporó el año 2016 como Director Ejecutivo, y se abocó a darle sostenibilidad al proyecto. Práctico y con más herramientas de gestión, comenzó a buscar fondos para asegurar un lugar de funcionamiento para el proyecto.

Para contarnos sus aprendizajes durante los 9 años de gestiones, conversamos con Andrés Díaz y Roberto Orellana, las caras visibles detrás de esta exitosa iniciativa de gestión cultural de la región de O´Higgins.

¿Cúales son sus objetivos como organización?

(Roberto) Yo llegué el 2016 y empecé a trabajar de lleno en el 2017. Como institución, han ido cambiando los objetivos, en función de que también se ha ido complejizando lo que hacemos.

El trabajo partió con lo clásico que se hace en el Circo Social, que es trabajar con comunidades vulnerables. Cuando yo aparezco, el circo ya estaba haciendo algunas cosas un poco más complejas: había montado el “Encuentro de Circo Contemporáneo”, festival que el 2023 hizo su octava versión. También tenía funcionando el “Encuentro Cordillerano”, que se desarrolla todos los años con los talleres de circo. También había logrado conseguir que le entregaran, en comodato, un espacio que es donde hoy funciona el circo al lado de la estación de trenes, en el centro de Rengo.   

El espacio tenía una carpa y cierto equipamiento, sin embargo no tenía agua, ni luz, ni infraestructura. Cuando llegué, empiezo a ayudar a Andrés en la administración, comenzamos a pensar en tener una escuela de circo no solo para niños, sino que una escuela profesional y además darle sustento y contenido que permitiera la programación, la mediación y la práctica de circo.

En este tiempo nos fijamos como meta cinco años para lograr implementar el espacio y convertirnos en una escuela profesional de circo.

¿Cuáles son los beneficios del Circo Social?

(Andrés) Trabajamos con la metodología circular del Circo Social, donde todos y todas estamos en el mismo lugar jerárquico, tanto en responsabilidad, entusiasmo, compañerismo como también en el aprendizaje.

Tomamos el circo como una herramienta de intervención social que nos ayuda a desarrollar habilidades blandas en estudiantes de todas las edades, incentivando el autoconocimiento, el respeto por sí mismo y por el otro, el sentido del humor y el sentido de pertenencia.

Además, el circo tiene una cosa muy bella: trabaja con la resiliencia, donde el estudiante está en constante error y aprendizaje. Aquí un niño o una niña se puede caer y se tiene que levantar, entendiendo por qué se cayó. El apoyo del facilitador en este proceso es muy importante.

Cirqueros profesionales

¿Existes otras escuelas en Chile que enseñen artes circenses?

(Andrés y Roberto) Sí. La más nombrada y que lleva más tiempo es el “Circo del Mundo Chile”, que también se inaugura a través del “Cirque Du Soleil” en el Canelo, y que trae esta metodología a Chile y es la primera escuela que tiene un planteamiento más pedagógico.

Desde hace veinte años han aparecido muchos espacios de Circo Social a nivel nacional, compañías que van apuntando a lo artístico, lo pedagógico, la investigación o la formación particular en diferentes técnicas, pero no son escuelas.

¿Les gustaría formar una escuela de esta temática?

(Andrés y Roberto) Sí, porque creemos que la herramienta del Circo Social es fundamental para los niños, cambiando el riesgo de la calle por un riesgo más controlado que es el circo. Estamos trabajando en un plan ya hace dos años, en la segunda generación de la escuela de formación profesional, donde los estudiantes tienen 11 módulos de circo, danza, teatro, creación y la idea es seguir potenciando a más artistas, porque nos hemos dado cuenta de que hay muchas personas que quieren estudiar circo.

En los talleres que hemos hecho en distintas comunas como: San Vicente, Pichilemu, Graneros, Rancagua y San Fernando, nos hemos dado cuenta de que las personas están necesitando arte. Y qué mejor que a través de la pedagogía del circo social, la energía de la enología teatral o la pega del amor a través del arte, podemos llegar ahí y eso ha sido un poquito nuestro eje.

¿Los estudiantes que pasan por la escuela del Circo Social, después pueden desenvolverse en distintos escenarios regionales y nacionales? 

(Andrés y Roberto) Las personas que salen estan capacitadas para hacer clases y para ser intérpretes de circo. Muchos de ellos son parte de los montajes de nuestra escuela. Hay casos notables como el de Alcides García, un chico que estudió en la escuela del “Circo del Mundo” durante tres años, que salió de los talleres del circo y hoy es profesor de nuestra escuela y trabaja en nuestros montajes.

El año pasado estuvimos con “Elementos”, una obra que se creó en la escuela, con profesores y estudiantes que ya llevaban tiempo con nosotros. Alcides, que ya se había ido a estudiar a Santiago, fue intérprete junto a Valentina Piña.

Después hicimos otro montaje llamado “Circo en tus Venas”, que era un trabajo de memoria sobre el circo tradicional chileno. A través del Nuevo Circo había estudiantes como Geraldine Castro, que también fue parte de nuestros talleres sociales y hoy día es profesora y asistió a un diplomado en Tomé gracias al circo.

El 2023 generamos un proceso bien bonito, con la obra “El Juego”, para la cual hicimos un casting para los estudiantes que presentaron números para ser parte de este proceso de creación. Y tuvimos varias funciones donde los estudiantes son artistas o parte de una compañía.

Sostenibilidad del proyecto

Quienes trabajan en gestión cultural saben lo difícil que es conseguir financiamiento para hacer sostenible cualquier proyecto o agrupación dedicada a las artes y la cultura. Por eso llama la atención que el Circo Social Quetrelmahue es una de las dos organizaciones a nivel regional con un financiamiento más permanente, que les permite contratar personal para poder trabajar en su plan de trabajo y los distintos ejes de trabajo.

¿Cómo logran financiar este proyecto?

(Roberto) El proyecto se fue complejizando. En un momento lo más importante fue la infraestructura, que tenía que ver con darle soporte y habilitar un espacio para el proyecto. Nos pasamos por lo menos unos cuatro años trabajando sólo en el espacio, con muy pocos proyectos, porque todo el gasto energético y económico se iba en conseguir este espacio.

Nosotros ya veníamos buscando un financiamiento más permanente y postulamos varias veces a la línea que ha ido cambiando el nombre, pero que ahora se llama Programa de Apoyo a Organizaciones Culturales Colaboradoras (PAOCC) del Ministerio de Cultura.

El 2020, en plena pandemia, nos ganamos un proyecto de emergencia, que era chiquitito pero nos permitió vislumbramos un poco más como espacio. Al año siguiente, volvimos a ganar otro que era un poco más grande y que nos permitió generar sueldos para distintas personas. Entonces el equipo ya creció, había cinco personas trabajando, lo que nos permitió postular nuevamente el pago regular.

Y por fin, el año 2022 ganamos el PAOCC, que no es un proyecto en sí, sino que financia tu plan de gestión. Ya no es que tú postules un proyecto, sino que tú les dices: -Señores, este es mi plan de gestión como institución, fináncienlo. Ese fondo nos permitió contratar a un equipo de cinco personas y levantar la segunda versión de Escuela de Formación de Circo (EFOCIRQ) que duraba dos años.

¿Tener un plan de gestión financiado, trajo nuevos desafios para la organización?

(Roberto) Uno de los problemas que tienen las organizaciones culturales es que, como funcionan de manera bastante amateur ya que uno le presta el tiempo que puede, entonces, cuando tuvimos dinero como para financiar sueldos y horarios, era una dinámica muy distinta, que necesitaba también soluciones distintas.

Entonces, el desafío fue transitar hacia una organización más “profesional”, no es que antes haya sido menos profesional, sino que ahora las exigencias eran distintas y tenían que ver con cumplir horarios y además, el PAAOC te pide mucha información y el desafío es seguir manteniendo el nivel de ingresos que tenemos. Antiguamente con 15 o 20 millones hacíamos todas las actividades del año. Pero hoy día, con ese monto no se mantiene el espacio, porque hay un equipo de trabajo, hay personas contratadas y nuestros presupuestos van entre los 100 y los 120 millones anuales.

¿Cómo logran ser autosostenibles?

(Roberto) Yo diría que ese es nuestro mayor desafío: estar constantemente en la búsqueda de recursos, que siempre son crecientes. La sustentabilidad depende de ir diversificando los recursos, porque hoy día el grueso está financiado por el Ministerio de la Cultura.

¿Creen que aportan al desarrollo social de Rengo?

(Andrés) En Rengo no existe un espacio físico para el arte. El teatro está hace mucho tiempo a maltraer. No hay un espacio de trabajo como una casa de la cultura o algo así. Hoy se está ocupando la escuela Luis Galdames, que tiene una sala de teatro, donde se hacen muchos eventos.

Nuestro aporte es tener un espacio de arte, donde pasan cosas, donde se traen obras y hay interacción con el público a través de diferentes muestras y talleres. Además somos la primera y la única escuela que existe en Rengo, lo que llevó a tener más personas interesadas en el circo.

Otro tema es ocupar esta herramienta de circo social para intervenir espacios y colegios. También creo que ha sido fundamental el avance de los estudiantes que hoy día quieren ver teatro, quieren ser cirqueros o bailarines. Es fundamental acercar el circo a la comunidad, ser como un puente entre el público y el arte.

También está el asunto de mediación, atraer personas, hacer obras, difusión, presentar una cartelera. No somos un espacio que trabaje a nivel comunal, sino que tenemos una mirada regional dado que, a pesar de que nuestros talleres y programación son para Rengo, la escuela de formación es para artistas de toda la región que vienen de Machalí, El Olivar, Marchigue, San Fernando, e incluso de fuera de la región.

Arte sanador y salvador

¿Cómo ha sido el trabajo a nivel regional?

(Roberto) Nuestro trabajo está enfocado primero en descentralizar el arte, pero principalmente en llevar el circo contemporáneo a esos territorios donde no llegan los circos tradicionales, porque son muy pequeños o no tienen espacios dedicados específicamente a las artes escénicas.

En La Estrella por ejemplo, nunca habían visto obras de circo, porque no llega. Esos niños pudieron disfrutar del circo por primera vez.

¿Los espectáculos que presentan también tienen fines pedagógicos?

(Andrés) No solo nuestras creaciones sino también las obras que traemos, tienen que tener algún sentido pedagógico o una mirada crítica de la sociedad. Buscamos acompañar las presentaciones con conversatorios porque lo que esperamos es desarrollar audiencias que entiendan lo que están viendo, que puedan ser críticos de lo que ven y que además se permitan mirar distintas expresiones del circo.

Hemos traído obras de circo muy tradicionales, hasta obras muy contemporáneas, con todo lo que está dentro de ese abanico.

O sea, no solo entregan espectáculos de circo, sino que incorporan varias disciplinas de las artes escénicas como la danza y el teatro.

Después del circo, nos gusta mucho la danza, y en tercer lugar el teatro. También nos gustan mucho los cuentacuentos porque son muy educativos.

Hemos tenido obras de fuera de la región: de Valparaíso, Valdivia, Santiago e incluso de Argentina. Además en la programación de nuestro festival anual, siempre le damos espacio a las compañías regionales.

¿Puede el arte ayudar a cambiar la vida de las personas? ¿cómo lo proyectan en el trabajo del circo?

(Andrés) Completamente. El maestro Quintanilla decía: el teatro sana. Yo también creo en el arte, es una forma de manifestarse, una forma de decir lo que me pasa, de entenderme, de cuestionarme y de cuestionar el sistema o el lugar que habito.

Creo si estuviésemos hablando de educación artística, entenderíamos mucho más las emocionalidad de los niños, niñas y jóvenes. Nos entenderíamos más. Ya no habría tanta violencia, y tendríamos más espacio para nuestra libertad.

Lo que siempre se decía en la pandemia: Y a ti ¿qué te salvó de la pandemia? Te salvó ver películas, ver conciertos o hacer música. Por lo mismo, creo que el arte es sanador y salvador también. Y sobre todo, en el contexto social político de hoy, debemos nuevamente salir a las calles a través del arte.

¿El arte es especialmente importante para niños y niñas?

(Andrés) Yo era inquieto, me decían: – ¡Cállate!, – Eso no se hace, – ¡No te comportes así! y al final sólo necesitaba expresarme. Y hay muchos niños que hoy están pasando por lo mismo. A través del arte podemos mostrar estas trabas sociales y morales que nos han hecho que estemos tan cerrados, ignorados e incluso violentados. El arte es maravilloso. Tiene un rol muy, muy importante.

Yo trabajo en el circo Quetralmahue, porque tengo una vocación política y siento que lo que nosotros hacemos es una postura que tiene que ver con el arte, pero también tiene que ver con una mirada política, de descentralización y de equidad para el territorio.

Trabajamos en localidades rurales, porque entendemos que el arte no puede estar solo en los centros urbanos como Santiago o Rancagua o en el centro de Rengo. Entendemos y miramos nuestra labor, como una actividad que busca descentralizar el disfrute y la práctica del nuevo circo.

Queremos llegar ahí donde otros no llegan, donde el Estado falla, donde hay niños que jamás se van a topar con una obra de danza o con una obra contemporánea si nosotros no vamos, y ahí es donde queremos estar. Y eso es una decisión, no solo artística, sin también una decisión política, económica y social.

¿Cómo sueñan ustedes con el circo en el futuro?

(Roberto) Actualmente estamos desarrollando nuestro plan de gestión que va desde 2023 al 2029. Entendemos que la escuela se ha transformado en un espacio importante para el desarrollo de los artistas circenses de la región o de fuera de ella, que es un proyecto que está caminando por sí solo.

En cuanto a la infraestructura, queremos desarrollar un espacio más permanente, dejar la carpa, no porque no nos guste, sino porque no nos permite estar todo el año. Habría que terminar el proceso de crear una infraestructura adecuada, no solo para la programación, sino para la práctica del circo y seguir profundizando nuestro trabajo en el territorio, desarrollar más talleres de circo social, llegar a escuelas más lejanas, porque una de las cosas en que nos enfocamos es en la calidad, no en la cantidad.

De aquí a cinco años más queremos tener funcionando la escuela de manera permanente. Tener el espacio construido que permita alojar todas las disciplinas que enseñamos y la programación durante todo el año, abierta al público de la comuna y de otras regiones, además de consolidarnos como un centro especializado en mediación y formación de circo en la región.

Los primeros cinco años nos pasamos construyendo. Ahora tenemos que consolidar este trabajo.