Fotografía: Natalia Morales
Laura Cabrera Barraza se reconoce como una rescatadora de historias de pueblos pequeños. En su rol de investigadora, ha conseguido salvar de la agonía algunas costumbres que forjaron la historia de su pueblo, Nilahue Cornejo en la comuna de Pumanque, y que estaban condenadas a desaparecer antes de ser legadas a las nuevas generaciones. Su último libro, Morir en Pueblo Chico. Ritual mortuorio y sentimiento comunitario en Nilahue Cornejo, destaca el sentimiento de solidaridad y unión que emerge en su comunidad cuando fallece uno de sus habitantes. Se trata de una investigación surgida desde el dolor y la pérdida y que se vuelve relevante al abordar un ritual comunitario que está cada vez más cerca de desaparecer.
Desde su casa en la pequeña localidad pumanquina, Laura habla sobre el proceso que la condujo a la escritura de su nuevo libro, el sentimiento comunitario alrededor del rito mortuorio y el trabajo de rescate y salvaguarda que busca conseguir con esta publicación. “Me gustaría dejar esto para las generaciones que vienen, para que conozcan la historia de su tierra y de su gente”, asegura.
Eres historiadora, antropóloga y gestora cultural. ¿De qué forma crees que mejor se puede definir tu trabajo?
Una amiga me definió como rescatadora de historia de los pueblos chicos y creo que por ahí va la cosa, porque en verdad soy de formación licenciada en historia, tengo un magíster en antropología y mi carrera siempre la orienté hacia la etnografía, pero he trabajado mucho con el rescate, pero de verdad rescate, porque se usa mucho el término pero con manifestaciones que están súper vigentes, pero lo que yo hago es de verdad rescate porque trabajo principalmente con la memoria, con la información que tienen los adultos mayores sobre las distintas localidades en las cuales me ha tocado desarrollar algún proyecto.
¿De dónde surgió la motivación para escribir este libro?
Fue luego de un encuentro con la muerte, con la muerte muy cercana, primero la de mi hermana y luego la de mi papá. Esos fueron los dos momentos cruciales que orientaron mi interés hacia la muerte como tema de investigación. A mí siempre me llamó la atención el rito y participaba como una nilahuina más en esto de la novena de los difuntos, pero en 2005 y 2016, que fue cuando murió mi hermana y mi papá, respectivamente, me tocó ser parte de la familia doliente y recibir la contención de la comunidad. Es algo súper potente, y ahí fue cuando me interesé por esto. Es tan potente eso, esa solidaridad, esa empatía, que a mí me llevó a querer transmitirlo también, porque siento que está en riesgo el rito en el pueblo.
¿En qué sentido crees que está en riesgo?
Producto de la pandemia, hemos visto este fenómeno de las zonas rurales llenándose de gente que viene a vivir desde afuera. Nilahue ha crecido en dos años lo que no creció en medio siglo, entonces sentí que el rito podía estar en riesgo, también porque las generaciones más jóvenes tampoco están participando tanto.
¿Qué es lo más importante que destacas en el libro?
La contención, la solidaridad en el dolor que se manifiesta principalmente a mí parecer en la novena de los difuntos, que son nueve días de acompañamiento a la familia, nueve días en que, a la misma hora, las personas se reúnen en la misma habitación donde fue velado el cuerpo del difunto a rezar por su alma y a compartir, entonces se genera un vínculo súper potente y comunitario, de hecho cambian las relaciones a partir de eso, hay personas con las que uno no compartía mucho, pero ya que las acompañaste te empiezan a considerar más. Yo he podido participar en muchas novenas porque me llamó la atención eso como observadora e investigadora, me llamó mucho la atención ese compromiso de acompañar nueve días a la familia.
Esa es la premisa de tu libro, cómo un ritual mortuorio o la partida de un vecino puede elevar el sentimiento comunitario en un pueblo…
Eso lo sentía y lo vivía desde antes, de hecho, este tema de investigación lo tenía pensado hace rato, pero en 2018 comencé a hacer un magíster en antropología y mi tema de investigación en ese momento también fue morir en Pueblo Chico. Aproveché de desarrollarlo como artículo de divulgación científica. Pero desde antes quise hacer un libro, y mis libros tienen la característica de que son súper digeribles, mi principal público objetivo es la propia comunidad, que la gente se lea, se reconozca y vea lo que tiene. Si Nilahue siente y se sabe con historia, que es una historia de pocos años, cualquier pueblo tiene mucha riqueza en cuanto a tradiciones que no están escritas en ninguna parte, pero que están muy vivas y que contienen mucha información.
¿Cómo fue el proceso que te llevó a crear este libro?
Lo hice todo yo con una correctora de estilo y una diseñadora. Lo hice por esa necesidad que te digo, como rescatadora de historias de Pueblo Chico me sentía responsable, porque siento que el rito está en peligro, en riesgo. Me sentía súper responsable porque hace rato venía entrevistando a la gente de mi comunidad y ellos sabían que yo estaba trabajando en algo relacionado con la muerte y cómo se vive acá en el pueblo. Había entrevistado a la rezadora, que es un personaje que se pone en acción en contexto de velorio y novena de los difuntos, también había entrevistado a la cocinera, a la persona que se adueñaba de la cocina de los dolientes; entonces había entrevistado a mucha gente y tenía las entrevistas ahí. Primero trabajé el tema como un artículo científico y luego me costó mucho volver al formato libro y de repente me convencí de que tenía que armarlo.
¿Qué te llamó la atención haciendo la investigación para el libro?
Lo que me marcó mucho es el respeto por el fallecido hasta el último momento, el cuidado del cuerpo, el respeto por la persona fallecida, por ese ser humano que se fue y por los restos…dignidad hasta el final.
¿Qué te gustaría que pasara con este trabajo?
Son muy necesarios estos ritos porque son ritos que te contienen en momentos que son terribles. Más que empastillarse, lo que se necesita para enfrentar el duelo es la contención de la comunidad, el sentirte que no estás solo, eso es lo que me gustaría transmitir, lo necesario que es la vida en comunidad, no tenemos por qué estar solos. A mí me acompañaron cuando yo pasé por la pérdida de mis familiares, entonces yo me siento en deuda, siento ese compromiso y esa responsabilidad. Si estuvieron conmigo, yo también tengo que estar, porque sé lo que se siente y se agradece esa compañía.