Fotografía: Natalia Morales
Felipe Pérez Quilaqueo tarda en encontrar la mejor señal en su teléfono. Está en Costa Rica, país donde vive desde hace siete años junto a su familia. Recorre indeciso algunos metros hasta que se queda quieto cuando considera que la calidad de la videollamada es la óptima. En la pantalla dividida también aparece Alejandro Lizama, que se conectó desde su Estudio Mantra en San Fernando. La tecnología me permite conversar con los dos integrantes históricos de Antonio Kulumi, banda sanfernandina que goza de una extensa carrera y de una destacada discografía, lo que le ha permitido cautivar a un público leal en la región de O’Higgins.
Me reúno con Kulumi algunas semanas después de su actuación en el Festival Rockódromo de Valparaíso, donde ofrecieron una presentación sólida y masiva que entusiasma a los miembros de la agrupación y proyecta lo que puede venir a futuro. En lo inmediato aparece el lanzamiento de Pedernales, su séptimo disco, y el regreso a la capital de Colchagua con una actuación en vivo después de varios años, presentación que se enmarca en el proyecto Trenes Culturales del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. Así, la banda se estará presentando el sábado 17 de febrero en el Parque Abel Bouchon de San Fernando.“La ‘Comarca’ es nuestro lugar de origen y en ella está el espíritu de la banda”, señalan.

¿Cuál es el balance que hacen luego de Rockódromo?; ¿cómo se sintieron?
Alejandro: Mucha gente de San Fernando, Chimbarongo y amigos de Felipe de Limache nos fueron a ver. Igual es raro para una banda de Rockodromo que vaya harta gente a verlos, que tenga seguidores, así que fue lindo porque confeccionaron banderas, así que nos sentimos súper en casa. Fue súper bonito ver familiares y amigos, se dejó bien representado el nombre de San Fernando y la sexta región.
Felipe: Siempre tocamos en la sexta región y era como una política interna: explotemos nuestro nicho hasta que nuestra familia se expanda, así que pocas veces participábamos de cosas así. Entonces lo de Rockodromo es como una rayita para el tigre, donde tiene mucho significado. Lo interesante es que cumplimos con nuestra expectativa de siempre que es tocar para nosotros con nuestra gente…Fue una buena experiencia, porque tocar con esos decibeles, con esa producción es muy satisfactorio en lo técnico, es un lujo que uno no siempre se puede dar.

¿Qué se siente volver a tocar en San Fernando?
Felipe: Contentos de sonar en casa después de unos años, esta vez convocados por un asunto institucional y eso significa que todo el tiempo de autogestión está teniendo su devuelta. Ha sido un gran esfuerzo técnico y humano sostener algo por años sin mucho apoyo formal de la cultura, pero siempre ha sido nuestro estilo hacer las cosas entre un grupo cercano de hermandad. Entonces, sumarnos a algo más grande con otros artistas donde no recae el peso de la producción sobre nosotros es un reconocimiento a la trayectoria y un placer. La Comarca es nuestro lugar de origen y en ella está el espíritu de la banda.
¿Cómo nace Kulumi?; ¿de dónde surge la necesidad de juntarse?
Felipe: En 2010 yo terminé una vuelta larga de viaje que hice por Sudamérica y llegué con una acumulación de contenido. Yo estudié Teatro, soy actor, pero me había divorciado de lo actoral, del cine y lo audiovisual, pero me quedé con una idea y una tarea que era la construcción de un personaje como un arquetipo específicamente local, y cuando volví tenía un set de canciones pensadas desde ese lugar, desde un personaje. Me junté con varios amigos a ponerlo en banda y en una presentación con la Radio Aukán con un comité de artesanos ahí nos conocimos con Alejandro. Él llegó a escuchar la banda y luego nos ofreció grabar un segundo disco que yo tenía pensado, ahí empezó nuestra oficialidad, con el disco Rufina.

¿Hay alguna idea o concepto que atraviese el próximo trabajo?
Felipe: es el séptimo capítulo de una saga, hemos cruzado como identidad varios portales y ahora el séptimo es como un renacimiento, es un cierre y un renacimiento del universo Kulumi y lo vamos a celebrar con canciones que son más esperanzadoras y está reflejado en nueve canciones; una canción por mes de gestación del advenimiento de un súper antihéroe que es como el holograma de todo nuestro esfuerzo puesto en un solo punto y eso en el mundo mapuche se le llama keo (pedernal), que son unas piedras para hacer fuego, pero también son las puntas de unas lanzas y también tiene que ver con la lengua y la voz, la palabra. Entonces el concepto en realidad es como una especie de avatar o una energía renovadora que tenga la fuerza de crear de nuevo y refrescar lo que se nos ha ido envejeciendo y entristeciendo, porque viene todo el desencanto como país y generación, entonces el álbum es un poquito más esperanzador y fresquito.
Alejandro: está súper Latinoamericano el álbum, tiene varios ritmos…espero que dé que hablar, que sea una obra que nos empiece a mover dentro de los reviews, que nos meta en otros círculos, que la gente pueda apreciar y diga ‘cacha el proceso de estos compadres y qué bonito lo que están condensando de todo lo que vienen haciendo’, eso creo que es lo que va a pasar.


¿Por qué se dice que lo que hacen ustedes es rock de cerro?
Felipe: Todos los músicos que hemos pasado tenemos alguna relación con la Rufina, las Termas del Flaco, las Peñas, todos estamos relacionados de alguna forma con el cerro. Y esta vivencia o experiencia noventera cercana al grunge que es crecer en un pueblo por el que nadie da un peso.
El rock de cerro es como una especie de folk rock, pero sin la búsqueda de sonar cuequero. Es como un folclore abordado desde el rock, no es como una propuesta de ‘tratemos de que se nos vea chileno’, sino que es la música tal como sale de nosotros con la materialidad del rock. La característica de un rockero de pueblo es que nunca se quiere parecer a otro. Terminas pareciéndote a Los Jaivas o Led Zeppelin, pero en realidad no es una búsqueda estética, es una puesta en valor de uno mismo.
Alejandro: En San Fernando tú miras a cualquier lado y hay cerros, estamos encajonados, y eso delimita la geografía, la temperatura e incluso la forma de pensar. El cerro tiene como una autoridad, realmente son como ‘taitas’ que están ahí mirando y en ellos te cobijas y vas a pasarlo bien… Las primeras veces que nos conocimos nosotros íbamos a La Rufina y al río, entonces no puedes sacarle el cerro a Kulumi.

¿Cuál es la importancia del concepto de la marginalidad en su obra?
Felipe: La marginalidad es como una especie de nicho de estética, de poética, política y en esos rincones es donde aparecen estos ‘kulumis’, que son como personajes, como sabios populares que no se posicionan a sí mismos como líderes, sino que son naturalmente personajes. Y las temáticas son el cerro, la marginalidad pero también lo apátrida; o sea, dentro de ser súper local, está todo este rollo de que en el fondo uno nunca es local, siempre somos raros dentro de la fauna, siempre como que hay algo divergente…La marginalidad tiene unos ambientes poéticos no recurrentes, que sería como posicionar algo que no es estándar como estándar. Es como que un personaje olvidado del pueblo sea realmente el personaje típico del pueblo. Tiene que ver con una revolución de lo marginal, con el campesino versus el huaso, tiene que ver más con el arriero y el cuatrero que con el dueño del fundo. Con Violeta Parra más que con los Huasos Quincheros. Es como una puesta en valor de lo olvidado.