Texto: Daniel Zegers Palma / Fotos: Teatro San Martín
Casi cien años lleva erigido en el corazón del centro de Rancagua el Teatro San Martín, en la emblemática esquina de la avenida del mismo nombre y O’Carrol. Rodeado de comercio, vida ferroviaria y talleres, el viejo edificio art decó construido por el belga Noël Redard, avecindado desde los años veinte del siglo pasado en Olivar, alberga secretos que se resisten a ser olvidados y, a la vez, atrae a nuevas y diversas expresiones artísticas de este y otros territorios que han encontrado un espacio para desarrollarse y crecer.
Como buque viejo, pero noble, este teatro ha navegado por la historia de la ciudad, absorbiendo en su quehacer las distintas maneras en que sus habitantes le han dado uso a este espacio, como testimonio irrefutable del valor que esta comunidad le ha dado a lo largo del tiempo a la cultura, los espectáculos y el encuentro social.
Así, durante sus primeras décadas de vida los y las rancagüinos/as concurrían al Teatro San Martín preferentemente a ver cine, con ocasionales presentaciones de teatro, ceremonias y eventos especiales, como el homenaje en vida que la ciudad le rindió a su escritor, Oscar Castro Zúñiga, el 17 de junio de 1945, un suceso realmente insólito en un país que más bien se caracteriza por hacer homenajes póstumos a sus grandes figuras.
A partir de los años sesenta, siempre con el cine como actividad principal, se desarrollan otros eventos, como graduaciones, reuniones políticas y sindicales, además de la visita de elencos capitalinos de teatro y compañías de revista en gira que hacían su primera parada en la histórica ciudad, fueron dándole más colores y reforzando una identidad dentro de un circuito de teatros y clubes sociales ubicados en el centro, como el Cine y Galería Rex en calle Independencia, de los que ya no queda ningún vestigio, y el Teatro Apolo, a dos cuadras del San Martín, hoy cerrado al público.
Los años de dictadura marcaron también su impronta en estas paredes, dejando atrás el cine y el teatro, para transformarse en boite, luego discoteque y hasta una parrillada, con algunos eventuales arriendos para espectáculos de teatro infantil. Con la llegada de la democracia vinieron también otras costumbres y otros puntos de la ciudad se fueron transformando para los espectáculos y expresiones artísticas.
Así, en la década de los noventa, mientras el Cine Rex aún resistía y el mall Punta del Sol funcionaba con teatro y cine, desapareciendo efímeramente hacia el final de la década, el Teatro San Martín pasaba por largos períodos cerrado y sin un proyecto claro. Pero en un notable esfuerzo del gestor cultural Claudio Sule, en algún momento concejal, y su equipo, el Teatro San Martín volvió a abrir sus puertas como espacio de espectáculos y el nombre de L’Avant- garde , incorporando los conciertos como un nuevo e interesante giro que permitió tener en Rancagua a emblemáticas bandas nacionales como Fulano y Congreso, en una época en que realmente muy pocos artistas, relevantes o irrelevantes, nacionales o internacionales, se dignaban a venir a la ciudad.
Y al parecer, la ciudad tampoco estaba preparada para congeniar con una oferta cultural de este tipo, por lo que el proyecto tuvo que cerrar a poco andar por falta de sustentabilidad.
Ya en los 2000 y al igual que como muchos teatros viejos del país, el San Martín funcionó como centro de reuniones de distintas iglesias evangélicas, uso que se mantuvo hasta 2019, con su característicos lienzos con mensajes y la fachada pintada de blanco.
Hasta que en 2020 la “Providencia” permite que una cooperativa de artistas arriende el inmueble, siempre privado y en manos de distintos propietarios después de Redard, para desarrollar un proyecto autogestionado que pretende devolverle a la ciudad un espacio para la cultura y los espectáculos, trayendo de vuelta el teatro y el cine, continuando con la línea de conciertos e incorporando una batería de talleres abiertos a la comunidad, biblioteca popular y eventos como muestras de teatro y audiovisual, exposiciones de artes visuales, espectáculos de danza, burlesque y performance.
Así, desde 2021 hasta hoy, se han hecho más de cien conciertos de todos los estilos musicales, se han presentado cerca de treinta montajes teatrales y desarrollado más de 70 eventos temáticos y fiestas que han ido perfilando desde la tradición, un nuevo espacio en la hoy potente y variada oferta cultural regional con el Teatro Regional y salas como la Casa del Arte y Tiara, que demuestran que existe espacio y público para todos.
Lo interesante de esta etapa en el Teatro San Martín es que de manera casi natural las expresiones diversas y alternativas han encontrado en él su refugio y su punto de encuentro con el público, como ha ocurrido, por ejemplo, con el rock y en especial el metal, que han hecho conocido internacionalmente este recinto, recibiendo bandas de nivel mundial en este género como Nervosa, Warhammer y Criminal, liderada por el chileno Anton Reisenegger.
Por su parte, el burlesque como arte escénica y espectáculo de variedades, han tenido aquí una escuela, desarrollada por la actriz y destacada exponente del género, Pamela Ríos, quien es además directora del teatro, que hoy está teniendo puentes hacia Europa en el desarrollo de esta disciplina.
Así también la danza contemporánea, a cargo de la destacada docente y coreógrafa Danixza Callupe, está aquí formando escuela y últimamente, las artes visuales, el teatro digital y la performance están encontrado aquí un caldo de cultivo en una serie de eventos que están aportando al desarrollo de una escena artística y cultural local.
Pero esta etapa también tiene un complejo desafío para el último teatro patrimonial de Rancagua que sigue manteniendo una cartelera: sobrevivir al avance de la especulación inmobiliaria, el ajuste de las políticas públicas para lograr calificar en la recepción de fondos y, lo más importante, la respuesta de un público que sigue siendo impredecible para este tipo de oferta, con momentos masivos y otros no tanto, que hacen a veces compleja la tarea de gestionar los recursos para que el buque siga navegando. De hecho, a finales del año pasado, la situación fue crítica ante los enormes gastos que implican arrendar y mantener un inmueble privado en U.F. y dos robos con invasión de propiedad en menos de seis meses, en los que se perdieron importantes equipos, que obligaron a tener que reducir las actividades con público al mínimo durante el verano.
Sin embargo el proyecto obtuvo el apoyo financiero del Programa de Apoyo a Organismos Culturales Colaboradores del Ministerio de las Culturas las Artes y el Patrimonio, con el que actualmente se desarrolla un plan de gestión que apunta a la sostenibilidad del proyecto en el tiempo, junto con poder mantener el lugar abierto y en condiciones para que los artistas, el público y la comunidad puedan encontrarse y desarrollarse en conjunto.
Definitivamente aún se requieren muchas más vías de financiamiento para que el buque siga navegando tras este nuevo cambio de velas, además del involucramiento activo de la comunidad y sus organizaciones en el proyecto.
Una tripulación comprometida con el resguardo del espacio y el desarrollo de las expresiones artísticas, en un lugar lleno de secretos por descubrir esperan a quienes, luego de leer estas líneas, quieran ser parte de este viaje la próxima vez que pasen por la esquina de O’Carrol y San Martín.-